Protegida naturalmente por el Cruces, el Valdivia y el Calle Calle, con Niebla y sus fuertes hispánicos que se esconden tras una loma.
Con ese clima que entre chubascos y lluvias laterales, descendentes y hasta ascendentes nos regalan un mes soleado al año.
Con los cerritos de leña afuera de las casas que indican que si uno olvida prender la salamandra puede haber daño.
Rodeada por el bosque laurifolio y la selva valdiviana.
Con campanitas y botellitas que embellecen cada mañana.
La Isla Teja aparece al cruzar el Calle Calle, con el hermoso campus de la Universidad Austral.
Lugar donde la ciencia, las humanidades y la ingeniería se enseñan de forma magistral.
Salir a pasear por la costanera, donde esta el mercado y sus lobos marinos.
Esos que juegan con el público y se muestran a los turistas que pasan por el camino.
Si de hambre y recreación se trata, a caminar por la avenida Alemania, con los restaurantes, la bohemia y los bares.
Allí donde la mejor cerveza y comida chilena se sirve a destajo a pares e impares.
El poco tiempo no me deja quedarme muchos días por estos lares armando líos.
Vuelvo a la capital con el corazón y el espíritu llenos con el polen de la flor de Los Ríos.